sábado, 26 de abril de 2014

TÍTULO DE TÍA

Poco me imaginé que el título de tía me iba a llegar tan pronto. Confieso que le pedí a Dios muchas veces que me diera un sobrino, creo que tal vez también ayudé con el pedido, pero la verdad lo veía lejos. Tuve el gran privilegio de recibir la noticia inmediatamente un miércoles al salir del trabajo y me llegó con una felicidad absoluta. Durante el embarazo de mi hermana sentí una alegría gigante y el día en que nacieron Nimet y Regina, el 28 de Enero de 2014, la emoción no me cabía en el cuerpo. Lloré de la emoción y pude disfrutar ese momento, con el sentimiento de como tener un hijo, pero sin dolor, hormonas de por medio o alguna mínima preocupación. Mis gordas invadieron mi corazón, con un amor tan grande que es imposible de medir, dimensionar, comparar o calcular. Cada vez que las veo me dejan hipnotizada, no quiero soltarlas, no quiero que nadie más las cargue, y quiero quedarme con esas cositas en mis brazos sin que el tiempo se acabe. Me parecen las bebés más hermosas sobre la faz de la tierra, en serio las yo así. No veo la hora que me las dejen a mi sola, quedarme con ellas en mi casa, cantarle, abrazarlas, darle muchos muchos besos. El amor de tía es maravilloso, un amor delicioso y tranquilo. Sin responsabilidades ni preocupaciones, pero con la certeza de amarlas como a un hijo, de que sabes que siempre vas a estar ahí para ellas, que quieres que te sienta como a una mamá, y que siempre que yo exista nunca le faltará nada. Sobre todo amor.

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